domingo, 17 de agosto de 2008

Palabras más, palabras menos.-

En cuanto a este nuevo post, buscamos darle un nuevo giro al target de nuestro blog. En esta ocasión, nos ponemos un tanto reflexivos, y hasta podemos llegar a pasar por románticos o sensibles, en el mejor de los casos, y por homosexuales/afrancesados en lo que pensamos que va a ser la mayoría. Pero sin más preámbulo, les damos la bienvenida, esperamos que os guste, al nuevo post, que hemos decidido llamar: "Palabras más, palabras menos." Les agradeceríamos que dejen comentarios opinando acerca del nuevo rumbo que tomó el humilde espacio que poseemos en la net, para saber si les gusta, o si debemos volver a lo anterior, o si podemos seguir innovando. Muchas gracias y salute.

Allí estaban. Mirándose fijamente a los ojos, viendo solamente la expresión del alma. El mundo que los rodeaba ya no existía. Eran solo ellos dos. Los sonidos habían dejado de llegarles, las razones que alguna vez habían sido válidas estaban llenas de cuestionamientos. En ese momento todo su entrenamiento especial dejaba de tener validez, puesto que nada ni nadie los había preparado para una situación semejante.
Vestidos con harapos, malolientes y adoloridos, buscaban en sus mentes una explicación lógica a lo que ocurría, y en sus corazones una respuesta a esta aparición. Todavía no conseguían darle crédito a lo que sus ojos veían, y preferían atribuírselo al cansancio o a las alucinaciones provocadas por los hedores que emanaban de sus alrededores. Pero no. Esa era la realidad, y nada de lo que hiciesen podría cambiarla. Debían tomar una decisión: dejar de lado los sentimientos y los recuerdos y actuar como lo hubiese aprobado su entrenador; o dejarse llevar por la compasión y el remordimiento y actuar con clemencia. Ambos sabían que esta segunda opción era absurda, pero les gustaba ilusionarse con un común acuerdo. Estaban ya casi decididos a pactar, cuando su sentido común advirtióles que podía costarles muy caro.
Solo quedaba un camino, el de la frialdad. Dejar de lado todos los recuerdos, los momentos pasados que les resultaban gratificantes, puesto que no hacían más que dificultar las cosas.
Cada uno desenfundó su pistola, cada uno consciente de que era su última bala. Sabían que nadie se enteraría de lo que sucedería, ya que los cadáveres abundaban, las heridas también. Este era el horroroso saldo de una guerra, que ahora los proveía de cierta protección relativa. Nadie notaría que habían sido los últimos en permanecer con vida, y nadie sabría cómo habían actuado.
Calibraron sus armas y las levantaron a la altura del pecho al unísono, aún mirándose a los ojos. Pero ya no era desconcierto lo que en ellos se percibía, sino una extraña pero poderosa determinación; denotaban seguridad.
No se pronunció ningún discurso, ya que las formalidades no venían al caso. No hubo rendición o arrepentimiento, ya que nadie jamás lo sabría. Tan sólo un silencio cómplice, y miradas que decían más que mil palabras.
Simplemente se oyó la detonación de un arma a lo lejos –o lo que parecía un arma, pero en realidad eran dos disparadas al mismo tiempo-. Los dos cuerpos cayeron aparatosamente hacia adelante, interceptándose antes de llegar al suelo. Quedaron tendidos entre el polvo y la sangre, entrelazados en un espantoso abrazo.
La persona que los halló afirmó que habían sido dos muertes normales en un campo de batalla, donde los generales acababan con la vida de los generales, respetando así los rangos. Lo que nunca se supo fue que estos dos generales, mejores amigos de toda la vida que por una u otra razón habían quedado enfrentados en esta comprometedora situación, habían optado finalmente por la opción menos pensada. La de la lealtad y caballerosidad. Pero no lealtad a los ideales que defendían, ni a los protocolos de la guerra. Estos dos coroneles que habían debatido consigo mismo durante unos minutos, habían llegado a la misma conclusión: que no valía la pena morir o matar por simples conflictos humanos, si no que era preferible pasar al otro mundo con un recuerdo que nos engrandezca.
Así fue como las balas encontradas en los cuerpos y jamás analizadas, pertenecían cada una a la pistola del general que la portaba. Se habían suicidado en honor al recuerdo de su amistad.-

Renny