Son las 3 de la tarde. Estas en tu carpa disfrutando de tu segundo día de vacaciones en la playa, sino es que todavía te recuperas de un tremendo dolor de cabeza como resultado de la noche anterior. Acabas de comer los sanguchitos de jamón, queso y arena y, como estas solo o no querés jugar al truco, te pones a fichar a las vecinitas en traje de baño. Les reconozco que esta fue mi primera experiencia, ya que solía concurrir las playas pinamarenses durante la segunda quincena de febrero y mi noción de vecinita consistía en una vieja gorda con sombrero de paja que insistía en invitarme un licuado en el barcito, nunca supe porque.
En fin, una vez que la fichaste tomando sol y decidiste que está mejor que la de la carpa 17, tu cabeza se despierta y se deja llevar por los pensamientos impuros en donde se la ponés sobre una mesa de pool (los más reservados) o donde nos podemos imaginar cualquier cosa excepto un conejo inocente corriendo por verdes llanuras. Tu otra cabeza sin embargo, comienza a trabajar buscando la forma de atacar sin que se de cuenta que estas desesperado y que toda tu existencia se reduce a ese momento.Descartada la idea de decirle: -Che traje las cartas pokemon, ¿Te querés jugar una partida?- aprovechas que va a vaciar el mate en el tacho de basura (si lo vacía en la arena, buscate otra, esa no vale la pena por negra sucia) y agarrando lo primero que encontrás te adelantas para interceptarla. IMPORTANTE: Guarda cuando te pongas de pie y sientas que el traje de baño te queda extrañamente apretado, en ese caso es recomendable dejar pasar un rato y volver a intentar en otra ocasión ya más tranquilo.
Ya estamos cerca como para iniciar una conversación y la basura de todas las demás carpas generan un ambiente romántico inigualable. Siempre podemos comenzar con el: -Ay! yo te conozco de algún lado…-(ahora, no sean tan boludos de decir que la ubican del ciber porque ya perdieron toda oportunidad, lo mejor es decir que la conocen de una fiesta o algo así).Llegamos a un momento decisivo, depende de la respuesta que recibamos vamos a saber si tenemos alguna posibilidad o no.
Respuesta número 1:-Ni idea, soy judía-(tira la yerba y se va a paso lento para que veas lo que nunca vas a tener y cuando llega a su carpa le dice algo a su compañero/a al tiempo que te señala con una mueca de incredulidad en su rostro). Léase: no te tocaría ni con un palo. Lamento decir amigos que debemos retirarnos con la autoestima por el suelo y si nos hace sentir mejor putearla a ella y a toda su familia hasta que nos quedemos sin voz. No se descarta la posibilidad de arrojarle una bombucha (globo pequeño lleno de agua/pintura/ácidos irritantes) y/o ahogarla en la primera oportunidad que se presente.
Respuesta número 2:-…-Si no te contesta y te mira con cara de: ¿Quién mierda sos y por qué me estás hablando? O simplemente está protegiendo tus sentimientos, o valora el coraje que tuviste de acercarte, o es una arpía/forra maleducada. La única opción que queda es sacarle una foto por el celular para decirle a todos los que te quieran escuchar como te chamullaste a esa mina en el verano, y para los mas vengativos siempre se puede difundir el rumor que la flaca de la carpa 26 contrajo alguna enfermedad venérea (personalmente les recomiendo sífilis).
Respuesta número 3: -Siii puede ser, vos también me sonás de algún lado- Obvio que no pero es señal de que te tiene ganas. Ahí ya tenés el 50 por ciento del trabajo terminado, está interesada en vos, lo único que vos tenés que hacer es NO CAGARLA.
Nota de autor: Está claro que si esto actualmente funcionara yo estaría fornicando en el asiento trasero de un Renault 21 celeste en vez de estar escribiendo esto.
Chipi
sábado, 31 de mayo de 2008
lunes, 26 de mayo de 2008
Crónicas de una visita al dentista
Siempre queda lejos, lo que obliga a tomarse el bondi, taxi, subte o hacer dedo para llegar. Una vez que llegamos, 10 minutos tarde por que el tachero no sabia las calles, el subte nos dejaba a 5 cuadras o nos bajamos del colectivo 3 paradas antes por miedo a pasarnos, debemos enfrentarnos al siempre vigente enigma: “¿Dónde era?”.
Siempre pasa lo mismo, o sabemos el piso o recordamos vagamente el edificio, pero nunca coordinamos ambas informaciones.
Superado el tema haciendo el clásico “Ta-te-ti”, o preguntando a un salvador portero de la cuadra, nos adentramos en el edificio sintiendo desde la planta baja cómo el aroma característico del lugar va penetrando en nuestro ser: una mezcla de olor a látex, flúor, pasta de dientes, instrumentos metálicos, el perfume de la interminable secretaria, que atendió a nuestro abuelo, tío y madre, y los diferentes olores que se desprenden de la siempre abarrotada sala de espera, como pueden llegar a ser el aroma a revistas viejas y concentración humana.
Después de esperar un par de horas y estar totalmente aletargados debido al calor y la pasividad del lugar, llega nuestro tan poco deseado turno de ser atendidos. Entramos en el consultorio con la falsa sonrisa [que en instantes nada más va a recibir manos desconocidas] de ver al nunca extrañado doctor. Nos recostamos en el rígido sillón, recubierto de un gastado cuero y hecho especialmente para que el paciente se sienta incómodo e inhibido.
Lo verdaderamente detestable comienza al son del “Abra la boca” de quien va a ser nuestro torturador. Introduce sus temblorosas y arrugadas manos en nuestra preciada boca, que intenta cerrarse y arrancarle los dedos en la primera oportunidad que se nos presente. Por una u otra razón, esto nunca sucede, y el cirujano sale ileso luego del encuentro, totalmente inverso al paciente. Este sale dolorido, tanto de espalda por el fatídico sillón, como de cabeza gracias a la mezcla de olores y nervios. Nunca falta el dolor de dientes, acalambramiento de mandíbula o el labio dormido, sin contar la encía sangrando y la calurosa y efusiva despedida de quien nos acaba de hacer pasar unos momentos para el olvido, con su gastada frase que reza “Un gusto verlo nuevamente, lo espero el mes que viene, arregle un turno con mi secretaria”.
Luego de esforzarse en actuar amablemente una vez más para no agredir a la pobre empleada del odontólogo, salimos del tan poco glamoroso sitio jurando no volver nunca más, cambiar de especialista, buscar un lugar más accesible, pedir recomendaciones a amigos para no tener que regresar allí, o simplemente asesinar al médico.
Lo más triste es que a los pocos días en el peor de los casos, o en un par de años para los más suertudos que deben ahorrarse este martirio, todos estaremos volviendo a dicho lugar, a volver a sufrir una vez más todos los obstáculos con el mero objetivo de arreglar una simple caries, hacerse un puente, ponerse una coronita, que se te coloquen aparatos sin al menos consultarte o simplemente para el burocrático chequeo anual.
Mal que nos pese, hay que hacerlo. Yo lo clasificaría en la lista de “los males necesarios”.
Tal vez otros no compartan mi opinión, les agrade este tipo de salidas [¡masoquistas!], o tengan algún familiar que se dedique a dicha profesión. De ser así, lo lamento, pero es mi punto de vista. Quejas a “nomeimporta@hotmail.com”
Renny
Siempre pasa lo mismo, o sabemos el piso o recordamos vagamente el edificio, pero nunca coordinamos ambas informaciones.
Superado el tema haciendo el clásico “Ta-te-ti”, o preguntando a un salvador portero de la cuadra, nos adentramos en el edificio sintiendo desde la planta baja cómo el aroma característico del lugar va penetrando en nuestro ser: una mezcla de olor a látex, flúor, pasta de dientes, instrumentos metálicos, el perfume de la interminable secretaria, que atendió a nuestro abuelo, tío y madre, y los diferentes olores que se desprenden de la siempre abarrotada sala de espera, como pueden llegar a ser el aroma a revistas viejas y concentración humana.
Después de esperar un par de horas y estar totalmente aletargados debido al calor y la pasividad del lugar, llega nuestro tan poco deseado turno de ser atendidos. Entramos en el consultorio con la falsa sonrisa [que en instantes nada más va a recibir manos desconocidas] de ver al nunca extrañado doctor. Nos recostamos en el rígido sillón, recubierto de un gastado cuero y hecho especialmente para que el paciente se sienta incómodo e inhibido.
Lo verdaderamente detestable comienza al son del “Abra la boca” de quien va a ser nuestro torturador. Introduce sus temblorosas y arrugadas manos en nuestra preciada boca, que intenta cerrarse y arrancarle los dedos en la primera oportunidad que se nos presente. Por una u otra razón, esto nunca sucede, y el cirujano sale ileso luego del encuentro, totalmente inverso al paciente. Este sale dolorido, tanto de espalda por el fatídico sillón, como de cabeza gracias a la mezcla de olores y nervios. Nunca falta el dolor de dientes, acalambramiento de mandíbula o el labio dormido, sin contar la encía sangrando y la calurosa y efusiva despedida de quien nos acaba de hacer pasar unos momentos para el olvido, con su gastada frase que reza “Un gusto verlo nuevamente, lo espero el mes que viene, arregle un turno con mi secretaria”.
Luego de esforzarse en actuar amablemente una vez más para no agredir a la pobre empleada del odontólogo, salimos del tan poco glamoroso sitio jurando no volver nunca más, cambiar de especialista, buscar un lugar más accesible, pedir recomendaciones a amigos para no tener que regresar allí, o simplemente asesinar al médico.
Lo más triste es que a los pocos días en el peor de los casos, o en un par de años para los más suertudos que deben ahorrarse este martirio, todos estaremos volviendo a dicho lugar, a volver a sufrir una vez más todos los obstáculos con el mero objetivo de arreglar una simple caries, hacerse un puente, ponerse una coronita, que se te coloquen aparatos sin al menos consultarte o simplemente para el burocrático chequeo anual.
Mal que nos pese, hay que hacerlo. Yo lo clasificaría en la lista de “los males necesarios”.
Tal vez otros no compartan mi opinión, les agrade este tipo de salidas [¡masoquistas!], o tengan algún familiar que se dedique a dicha profesión. De ser así, lo lamento, pero es mi punto de vista. Quejas a “nomeimporta@hotmail.com”
Renny
Por qué NO hay que poner casa
Les voy a presentar ahora algunas de las situaciones por las cuales no debemos bajo ninguna circunstancia, repito bajo ninguna circunstancia, prestar nuestro hogar para hacer una fiesta/reunión tranqui…guiño, guiño.
Gracias a tus buenos y fieles amigos, todo el mundo se enteró de que el viernes a la noche hay fiesta en tu casa con frases como “Fulano pone casa” o “el viernes te quemamos todo“ e incluso “vas a desear nunca haber nacido” que suelen implementarse el viernes a la tarde a la salida del trabajo/colegio. Como es lógico, durante toda la tarde y noche vas a recibir mensajes y/o llamadas de diferentes personas preguntando si pueden acudir a la susodicha fiesta. El criterio es totalmente a elección nuestra pero siempre intentamos que sean más mujeres que hombres o viceversa según tus gustos.
Ejemplo:
Iluso: ¿Che puedo llevar a unos amigos de rugby?
Vos: tuuuuuuuuuuu
Amiga/conocida: ¿Che pueden ir unas amigas?
Vos: ¿Son putas?
Amiga: Sii obvio.
Vos: arenales 2345 las espero.
Ehh fiesta en mi casa que divertidoo. Comienzan a llegar las primeras personas, se comienzan a formar lindos grupos, la gente se ríe, la está pasando bien, todo fluye. Epa! llegaron otros 20!, bueno no somos tantos. Bajamos a abrir: Ah que haces! sí todo bien,¿ trajeron más alcohol todavía?, bueno pasen pero no se maten que mis viejos llegan mañana. Ante esto la mayoría de las personas va a contestar: Si obvio no te preocupes que hoy no tomo. MENTIRA, ellos lo saben, vos lo sabés… pero por lo menos intentaste. En fin la fiesta sigue su curso y vos sentís que estás en control de la situación. Pero CARAMBA, llegaron otros 25, mmh se está complicando… debería hacer algo... Naaaaa. Pasen todos diviértanse. Mi gente linda, es muy importante NO PERDER el control de la llave, en manos de cualquier otro que te encontrás de golpe con 70 personas totalmente desconocidas que aunque no lo crean se te acercan y te dicen con su mejor cara de boludo: che mirá como prendo fuego la alfombra. Inmediatamente sacamos la picana eléctrica y le damos fuerte al cuello hasta que no distingue los colores. Después lo escondemos debajo de algún mueble y todo solucionado, por el momento.
Es en estas situaciones cuando nos empezamos a dar cuenta que las cosas se están yendo fuera de control.
Levantas la cabeza para descubrir tu amado living repleto de un mar de personas semi escavias y en eso se te acerca un pobre diablo: Eh amigo me vengo desde flores y no pude mear,¿no tenés idea donde esta el baño?
A lo que vos contestas: ¿Pero a vos quien mierda te invito?, tomatelas de mi casa antes de que te mande a flores de una patada en el orto! Duro pero eficaz.
A todo esto llama la colgada de tu abuela:
Abuela: nene ¿como andas?, nada llamaba para ver como estabas.
Vos: bien todo tranqui, creo que hoy no salgo.
Abuela curiosa: ¿Qué es todo el ruido que escucho?
Vos: Es que estoy viendo tel… ¡Flaco alejate de ese jarrón!
Abuela: ¿qué cosa?
Vos (ya hinchado las bolas): Nada que estaba viendo tele… ¡FLACO NO TE LO DIGO MÁS ALEJATE DE ESE PUTO JARRON!
Abuela enternecida: A bueno, ¿comiste algo? seguro que no, ahora voy para allá y te llevo algo para cenar y de paso te cuento como me fue en el médico.
Vos: No, en serio, no te hagas problema… ¡NO MEES AHÍ POR DIOS ANDÁ AL BAÑO! No serio está todo bien. Hablamos mañana.
¡Mierda! Te olvidaste de cerrar el cuarto de tus viejos. Rápidamente nos abrimos paso entre esa masa de cuerpos que apenas se pueden sostener en pie de lo destruidos que están (otra vez utilizaremos la picana pero también pueden usar alfileres o clavos oxidados). En el pasillo nos detenemos solo para exclamar: NO, EL GATO NO TIENE GANAS NI DE TOMAR LO QUE QUEDA DE ESA BOTELLA NI DE ANDAR EN PATINETA CON LOS OJOS TAPADOS, Dios con qué piensan estas personas?. Salvas a tu querida mascota de sus garras y lo dejas en libertad cuando hubo pasado el peligro. Llegamos a la puerta del cuarto de tus viejos, pero... mmh que raro, la puerta está cerrada, pero si yo no lo la cerré, te preguntas al tiempo que la abrís. Pero… que carajo…que están… Pero la puta madre ES EL CUARTO DE MIS VIEJOS, VAMOS LARGUEN Y VAYANSE A OTRO LADO.
Individuo re caliente: Eh que corta mambo que só.
Vos también re caliente: Si la que te parió infeliz, tomatelas.
Uy dió no doy mas, me voy a llorar al baño. La ingenuidad y el revuelo del momento te llevó a pensar que allí encontrarías paz, craso error, si lo pensáramos 2 segundos es el último lugar a donde querríamos ir estando encerrado con 70 adolescentes potencialmente ebrios.
Una vez en el baño se nos presenta esta situación:
Vos: ¡NO ME IMPORTA QUE NO HALLA PAPEL HIGÉNICO PELOTUDO NO TENÍAS POR QUÉ USAR LA TOALLA!
¿Y QUÉ CARAJO PASÓ CON EL PAPEL HIGÉNICO? Respuesta que es mejor no conocer.
Para empeorar las cosas te encontrás con que el bidet está rebosando de la comida digerida de alguno de tus invitados. ¿Pero que clase de idiota elige vomitar en un bidet en vez de en un inodoro? Sobre gustos no hay nada escrito, dijo una vez un gran sabio que ahora no nombraré.
Listo esto ya es el colmo, voy a buscar el rifle a mi cuarto. Abrís la puerta de lo que antes era tu habitación y…
Los porreados de la fiesta: “WAZAAAAAAAA” (de la película Scarie Movie 1, gran film).
Vos también semi porreado: Pero la puta madre abran una ventana che
Los mismos porreados de la fiesta: eh vení armate un FÁZOO.
Ya resignado cerramos la puerta y nos dirigimos a la cocina recordando que no le pusiste candado a la heladera. Al pasar por el living nos encontramos a todo el mundo gritando al coro de: me la cojooo, y a Gime me la cojooo. Seguramente ignoremos quien es Gime pero no por eso deja de ser divertido). Nos detenemos a examinar lo que antes era una hermosa mesa ahora cubierta de una sustancia dura y pegajosa aun desconocida para el hombre y nos consolamos pensando, bah un poco de lavandina y listo. ¡PIBE BAJATE DE LA MESA!, NO VES QUE ES DE VIDRIO?
Pibe avergonzado: eh que amargo, no te pongás la gorra guato.
Vos (entre murmullos): sí, la gorra… cuando tenga un segundo te saco las bolas por el culo.
Como lo habías previsto te saquearon la heladera, no dejaron absolutamente nada, ni siquiera el sanguchito vencido de hace 3 meses, pero... se comieron el mendicrim?… pero si no hay pan... qué? La respuesta se encuentra a solo 2 metros de donde estás parado. En el piso hay una persona tirada moviéndose como si tuviera convulsiones, y a su lado descansa el pote de mendicrim ya vacío junto con una cuchara. Las cosas que hacen por un poco de atención, pero fue, si lo hace feliz… allá él.
Por increíble que parezca divisamos la última botella de tequila descansando sobre la mesada. Después de la noche que tuvimos, cualquiera de las siguientes opciones es buena:
A: Rompemos la botella contra el mármol y comenzamos a echar a las personas a fuerza de tajos y cortadas.
B: Buscamos las granadas de gas lacrimógeno que sabemos papá mantiene escondidas en el cajón del fondo y... echamos a todos a la mierda.
C: Llamamos a la policía quejándonos de una fiesta que hace mucho ruido en tu dirección (la mas cobarde pero la mas eficaz).
D: Agarramos la botella, la destapamos y le damos duro al tequila hasta que olvidemos nuestros nombres y nos unamos a nuestra propia fiesta. Al final estamos tan borrachos que mientras intentamos prender fuego nuestra propia almohada para ver si al pegar con ella duele más, no podemos evitar pensar: ¡Pobre idiota el que puso casa!
Chipi
Gracias a tus buenos y fieles amigos, todo el mundo se enteró de que el viernes a la noche hay fiesta en tu casa con frases como “Fulano pone casa” o “el viernes te quemamos todo“ e incluso “vas a desear nunca haber nacido” que suelen implementarse el viernes a la tarde a la salida del trabajo/colegio. Como es lógico, durante toda la tarde y noche vas a recibir mensajes y/o llamadas de diferentes personas preguntando si pueden acudir a la susodicha fiesta. El criterio es totalmente a elección nuestra pero siempre intentamos que sean más mujeres que hombres o viceversa según tus gustos.
Ejemplo:
Iluso: ¿Che puedo llevar a unos amigos de rugby?
Vos: tuuuuuuuuuuu
Amiga/conocida: ¿Che pueden ir unas amigas?
Vos: ¿Son putas?
Amiga: Sii obvio.
Vos: arenales 2345 las espero.
Ehh fiesta en mi casa que divertidoo. Comienzan a llegar las primeras personas, se comienzan a formar lindos grupos, la gente se ríe, la está pasando bien, todo fluye. Epa! llegaron otros 20!, bueno no somos tantos. Bajamos a abrir: Ah que haces! sí todo bien,¿ trajeron más alcohol todavía?, bueno pasen pero no se maten que mis viejos llegan mañana. Ante esto la mayoría de las personas va a contestar: Si obvio no te preocupes que hoy no tomo. MENTIRA, ellos lo saben, vos lo sabés… pero por lo menos intentaste. En fin la fiesta sigue su curso y vos sentís que estás en control de la situación. Pero CARAMBA, llegaron otros 25, mmh se está complicando… debería hacer algo... Naaaaa. Pasen todos diviértanse. Mi gente linda, es muy importante NO PERDER el control de la llave, en manos de cualquier otro que te encontrás de golpe con 70 personas totalmente desconocidas que aunque no lo crean se te acercan y te dicen con su mejor cara de boludo: che mirá como prendo fuego la alfombra. Inmediatamente sacamos la picana eléctrica y le damos fuerte al cuello hasta que no distingue los colores. Después lo escondemos debajo de algún mueble y todo solucionado, por el momento.
Es en estas situaciones cuando nos empezamos a dar cuenta que las cosas se están yendo fuera de control.
Levantas la cabeza para descubrir tu amado living repleto de un mar de personas semi escavias y en eso se te acerca un pobre diablo: Eh amigo me vengo desde flores y no pude mear,¿no tenés idea donde esta el baño?
A lo que vos contestas: ¿Pero a vos quien mierda te invito?, tomatelas de mi casa antes de que te mande a flores de una patada en el orto! Duro pero eficaz.
A todo esto llama la colgada de tu abuela:
Abuela: nene ¿como andas?, nada llamaba para ver como estabas.
Vos: bien todo tranqui, creo que hoy no salgo.
Abuela curiosa: ¿Qué es todo el ruido que escucho?
Vos: Es que estoy viendo tel… ¡Flaco alejate de ese jarrón!
Abuela: ¿qué cosa?
Vos (ya hinchado las bolas): Nada que estaba viendo tele… ¡FLACO NO TE LO DIGO MÁS ALEJATE DE ESE PUTO JARRON!
Abuela enternecida: A bueno, ¿comiste algo? seguro que no, ahora voy para allá y te llevo algo para cenar y de paso te cuento como me fue en el médico.
Vos: No, en serio, no te hagas problema… ¡NO MEES AHÍ POR DIOS ANDÁ AL BAÑO! No serio está todo bien. Hablamos mañana.
¡Mierda! Te olvidaste de cerrar el cuarto de tus viejos. Rápidamente nos abrimos paso entre esa masa de cuerpos que apenas se pueden sostener en pie de lo destruidos que están (otra vez utilizaremos la picana pero también pueden usar alfileres o clavos oxidados). En el pasillo nos detenemos solo para exclamar: NO, EL GATO NO TIENE GANAS NI DE TOMAR LO QUE QUEDA DE ESA BOTELLA NI DE ANDAR EN PATINETA CON LOS OJOS TAPADOS, Dios con qué piensan estas personas?. Salvas a tu querida mascota de sus garras y lo dejas en libertad cuando hubo pasado el peligro. Llegamos a la puerta del cuarto de tus viejos, pero... mmh que raro, la puerta está cerrada, pero si yo no lo la cerré, te preguntas al tiempo que la abrís. Pero… que carajo…que están… Pero la puta madre ES EL CUARTO DE MIS VIEJOS, VAMOS LARGUEN Y VAYANSE A OTRO LADO.
Individuo re caliente: Eh que corta mambo que só.
Vos también re caliente: Si la que te parió infeliz, tomatelas.
Uy dió no doy mas, me voy a llorar al baño. La ingenuidad y el revuelo del momento te llevó a pensar que allí encontrarías paz, craso error, si lo pensáramos 2 segundos es el último lugar a donde querríamos ir estando encerrado con 70 adolescentes potencialmente ebrios.
Una vez en el baño se nos presenta esta situación:
Vos: ¡NO ME IMPORTA QUE NO HALLA PAPEL HIGÉNICO PELOTUDO NO TENÍAS POR QUÉ USAR LA TOALLA!
¿Y QUÉ CARAJO PASÓ CON EL PAPEL HIGÉNICO? Respuesta que es mejor no conocer.
Para empeorar las cosas te encontrás con que el bidet está rebosando de la comida digerida de alguno de tus invitados. ¿Pero que clase de idiota elige vomitar en un bidet en vez de en un inodoro? Sobre gustos no hay nada escrito, dijo una vez un gran sabio que ahora no nombraré.
Listo esto ya es el colmo, voy a buscar el rifle a mi cuarto. Abrís la puerta de lo que antes era tu habitación y…
Los porreados de la fiesta: “WAZAAAAAAAA” (de la película Scarie Movie 1, gran film).
Vos también semi porreado: Pero la puta madre abran una ventana che
Los mismos porreados de la fiesta: eh vení armate un FÁZOO.
Ya resignado cerramos la puerta y nos dirigimos a la cocina recordando que no le pusiste candado a la heladera. Al pasar por el living nos encontramos a todo el mundo gritando al coro de: me la cojooo, y a Gime me la cojooo. Seguramente ignoremos quien es Gime pero no por eso deja de ser divertido). Nos detenemos a examinar lo que antes era una hermosa mesa ahora cubierta de una sustancia dura y pegajosa aun desconocida para el hombre y nos consolamos pensando, bah un poco de lavandina y listo. ¡PIBE BAJATE DE LA MESA!, NO VES QUE ES DE VIDRIO?
Pibe avergonzado: eh que amargo, no te pongás la gorra guato.
Vos (entre murmullos): sí, la gorra… cuando tenga un segundo te saco las bolas por el culo.
Como lo habías previsto te saquearon la heladera, no dejaron absolutamente nada, ni siquiera el sanguchito vencido de hace 3 meses, pero... se comieron el mendicrim?… pero si no hay pan... qué? La respuesta se encuentra a solo 2 metros de donde estás parado. En el piso hay una persona tirada moviéndose como si tuviera convulsiones, y a su lado descansa el pote de mendicrim ya vacío junto con una cuchara. Las cosas que hacen por un poco de atención, pero fue, si lo hace feliz… allá él.
Por increíble que parezca divisamos la última botella de tequila descansando sobre la mesada. Después de la noche que tuvimos, cualquiera de las siguientes opciones es buena:
A: Rompemos la botella contra el mármol y comenzamos a echar a las personas a fuerza de tajos y cortadas.
B: Buscamos las granadas de gas lacrimógeno que sabemos papá mantiene escondidas en el cajón del fondo y... echamos a todos a la mierda.
C: Llamamos a la policía quejándonos de una fiesta que hace mucho ruido en tu dirección (la mas cobarde pero la mas eficaz).
D: Agarramos la botella, la destapamos y le damos duro al tequila hasta que olvidemos nuestros nombres y nos unamos a nuestra propia fiesta. Al final estamos tan borrachos que mientras intentamos prender fuego nuestra propia almohada para ver si al pegar con ella duele más, no podemos evitar pensar: ¡Pobre idiota el que puso casa!
Chipi
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