lunes, 26 de mayo de 2008

Crónicas de una visita al dentista

Siempre queda lejos, lo que obliga a tomarse el bondi, taxi, subte o hacer dedo para llegar. Una vez que llegamos, 10 minutos tarde por que el tachero no sabia las calles, el subte nos dejaba a 5 cuadras o nos bajamos del colectivo 3 paradas antes por miedo a pasarnos, debemos enfrentarnos al siempre vigente enigma: “¿Dónde era?”.
Siempre pasa lo mismo, o sabemos el piso o recordamos vagamente el edificio, pero nunca coordinamos ambas informaciones.
Superado el tema haciendo el clásico “Ta-te-ti”, o preguntando a un salvador portero de la cuadra, nos adentramos en el edificio sintiendo desde la planta baja cómo el aroma característico del lugar va penetrando en nuestro ser: una mezcla de olor a látex, flúor, pasta de dientes, instrumentos metálicos, el perfume de la interminable secretaria, que atendió a nuestro abuelo, tío y madre, y los diferentes olores que se desprenden de la siempre abarrotada sala de espera, como pueden llegar a ser el aroma a revistas viejas y concentración humana.
Después de esperar un par de horas y estar totalmente aletargados debido al calor y la pasividad del lugar, llega nuestro tan poco deseado turno de ser atendidos. Entramos en el consultorio con la falsa sonrisa [que en instantes nada más va a recibir manos desconocidas] de ver al nunca extrañado doctor. Nos recostamos en el rígido sillón, recubierto de un gastado cuero y hecho especialmente para que el paciente se sienta incómodo e inhibido.
Lo verdaderamente detestable comienza al son del “Abra la boca” de quien va a ser nuestro torturador. Introduce sus temblorosas y arrugadas manos en nuestra preciada boca, que intenta cerrarse y arrancarle los dedos en la primera oportunidad que se nos presente. Por una u otra razón, esto nunca sucede, y el cirujano sale ileso luego del encuentro, totalmente inverso al paciente. Este sale dolorido, tanto de espalda por el fatídico sillón, como de cabeza gracias a la mezcla de olores y nervios. Nunca falta el dolor de dientes, acalambramiento de mandíbula o el labio dormido, sin contar la encía sangrando y la calurosa y efusiva despedida de quien nos acaba de hacer pasar unos momentos para el olvido, con su gastada frase que reza “Un gusto verlo nuevamente, lo espero el mes que viene, arregle un turno con mi secretaria”.
Luego de esforzarse en actuar amablemente una vez más para no agredir a la pobre empleada del odontólogo, salimos del tan poco glamoroso sitio jurando no volver nunca más, cambiar de especialista, buscar un lugar más accesible, pedir recomendaciones a amigos para no tener que regresar allí, o simplemente asesinar al médico.
Lo más triste es que a los pocos días en el peor de los casos, o en un par de años para los más suertudos que deben ahorrarse este martirio, todos estaremos volviendo a dicho lugar, a volver a sufrir una vez más todos los obstáculos con el mero objetivo de arreglar una simple caries, hacerse un puente, ponerse una coronita, que se te coloquen aparatos sin al menos consultarte o simplemente para el burocrático chequeo anual.
Mal que nos pese, hay que hacerlo. Yo lo clasificaría en la lista de “los males necesarios”.
Tal vez otros no compartan mi opinión, les agrade este tipo de salidas [¡masoquistas!], o tengan algún familiar que se dedique a dicha profesión. De ser así, lo lamento, pero es mi punto de vista. Quejas a “nomeimporta@hotmail.com

Renny

6 comentarios:

Twain dijo...

Una narración masoquista,dolorosa de digerir, de las pocas cosas a quien le temo, a eso y a los payasos....

Buena crónica

Vanz Starr dijo...

jeje tienes razon

todos ODIAMOS LOS DENTISTAS!!!

y dimelo a mi que use brackets por como 5 anios

LooK Ass dijo...

Gran, gran blog....seguí así, ya te puse en la lista de recomendados...

Lo del salame que puso la casa, es tal cual.
un abrazo.

http://bandadelocos.blogspot.com

Black_Sheep dijo...

Muy bueno el texto! Como ya le había dicho la primera vez que me lo mostró. Siga así! Un abrazo

Black_Sheep dijo...

Muy bueno el texto! como ya le dije la primera vez que me lo mostró don. Siga así. Salud

Anónimo dijo...

genial
jajaja

tal cual