Las puertas metálicas se cierran y ya no podemos escapar. Nos toca simplemente pensar en cómo soportar lo que vendrá. Tenemos varias posibilidades. Mirar fijamente a la pared y tratar de no respirar, aparentar estar escuchando música o acusar un mensajito en el celular. Algunos usan la frase cliché: “Qué loco que está el tiempo, ¿no?”, a lo que probablemente le respondan con un “Mh.. já já.. Ssse.”.
La cuestión es que siempre es bastante incómodo internarse en el cubículo del ascensor acompañado por desconocidos, y recopilando diversas fuentes, hemos hecho un pequeño listado de los “tips” [que palabra glamorosa] para sobrellevar el terrible momento:
Podemos esperar al lado de la puerta hasta asegurarnos de que el ascensor no vendrá ya ocupado, y escabullirnos en la primera oportunidad que tengamos.
También cabe la posibilidad de comenzar a bailar escandalosamente al son de gritos como “¡Esta es la fusión, de cumbia y reggetón!”, lo que seguramente nos dejará en un instante con el recinto a nuestra entera disponibilidad.
Para los más audaces está la escalera, siempre y cuando nuestro estado físico nos lo permita, y arriesgándose a surcar todo tipo de ambientes infestados de basura o escalones a medio acabar.
Ni hablar del típico “¡Qué tonto que soy! Apagué la luz sin querer y cuando intentaba reencontrar el interruptor me encontré con una parte íntima de mi acompañante… [Miscuuuzzí (para vos Chipi)]. Si vamos a usar este método siempre conviene un chequeo previo para valorar si realmente vale o no la pena intentar tan atrevida maniobra.
Si lo que aman es el peligro, no deberían dejar de lado el típico “Chamuyo ascensoril”:
Chico iluso -Hola, ¿a qué piso vas… bommmboón?
Señorita asustada – Hola.
Se hace la tajante, pero todos sabemos que es para no parecer tan fácil.
Chico iluso –Bueno, parece que querés venir al mío.
Mirada insinuante
Señorita indignada – Salí, tarado. Antes que bajarme en tu piso me bajo en el sótano a llevar la basura.
Abre la puerta rápidamente y sus piernas se pierden en el pasillo. Nosotros apuntamos su número de departamento para un futuro ataque.
Si queremos aportar una actitud más amable, podemos ofrecerle un cigarrillo y fuego a nuestro querido asistente, para que nos lo nieguen acompañado con un “Acá no se puede fumar, inconsciente”.
Tal vez una mirada más infantil ayude a coactuar con el pasajero. Para eso, podemos dibujar un Ta-Te-Ti imaginario en las paredes, y para cuando nos demos vuelta, es muy probable que la persona ya haya desaparecido, o que nos despertemos 7 pisos más arriba acostados y con un intenso dolor en la nuca.
Para impresionar y entretener al desdichado viajante podemos también improvisar algunas acrobacias como ser malabares con sus artefactos, contorsionismo y trucos de magia que hagan “desaparecer” sus objetos, y de paso amortizamos las expensas.
Por qué no, también, exponer nuestras más diversas teorías sobre los temas más intrascendentes que se nos ocurran en el momento, aprovechando que la pobre víctima no podrá escapar hasta la próxima parada (siempre y cuando le permitamos descender), y nos sentiremos escuchados al menos una vez.
Y por último, y sólo como último recurso, al tiempo que atravesamos un momento crítico, y no se nos ocurre nada para salir al paso de tan desagradable situación, podemos pensar en algún artículo que se titule “Onda que” para un blog que se hace llamar “Chipi y Renny” y quedar bien con los queridos lectores y féminas del público [algo machista, pero cierto].
Renny
viernes, 6 de junio de 2008
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2 comentarios:
Hay algo interesante en esas letras, ¿los dialogos son ficticios o nuestra realidad es muy divertida?
Adelante...a promocionar el blog y a seguir escribiendo.
Un tema que nunca se acaba: bardear al consorcio. Ahi es cuando la tension afloja y todos nos sentimos hnos... Grax por pasarte por el blog, nos estamos visitando un saludo!
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